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El Papa Francisco bendice las nuevas verdades peronistas

El peronismo no sólo aggiornó al lenguaje político populista la llamada doctrina social de la Iglesia, también le pidió prestadas ciertas formalidades. Un ejemplo icónico: el 17 de octubre de 1950, en el quinto aniversario de la movilización fundacional, el presidente Juan Domingo Perón estrenó las llamadas “20 verdades justicialistas”, elaboradas como una tabla de la ley con el doble de los mandamientos judeo-cristianos.

Paso a leer tres que vienen al caso de esta columna:

  • Verdad 4: “No existe para el peronismo más que una sola clase de personas: las que trabajan”.
  • Verdad 5: “En la nueva Argentina, el trabajo es un derecho que crea la dignidad del Hombre y es un deber, porque es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume”.
  • En la Verdad 14, se define al justicialismo como una doctrina “profundamente cristiana”.

Ayer, en el ámbito empresario del Coloquio de IDEA, se dio un acontecimiento fuera de lo común, aunque con menos repercusiones que las esperables: habló el Papa. Claro que al ser Bergoglio argentino, peronista y para muchos antipático puede haberle bajado el precio o naturalizado la excepcionalidad. Pero la cuestión es que Francisco aceptó meterse en la conversación particularmente argentina de este coloquio Nº57, que tiene como eje la generación de trabajo y transcurre un mes antes de unas elecciones muy especiales.

Que un Papa y en particular este Papa decida aparecer en la escena nacional justo ahora y para cuestionar con dureza la eternización de los subsidios sociales, merece una consideración especial. Digamos que Francisco acaba de bendecir el debate que viene sobre la postergadísima reforma laboral, que en ámbitos peronistas sindicales es directamente mala palabra.

No sería casual que la “encíclica de Costa Salguero” se haya dado en el mismo ámbito en el que Horacio Rodríguez Larreta coincidió con las propuestas en la materia lanzadas por Sergio Massa. El tema del trabajo en la Argentina va ganando posiciones en lo que será la agenda post electoral y post pandemia.

Tampoco es una simple coincidencia que estas elaboraciones intelectuales se lancen en una asamblea tan íntimamente ligada al establishment. La dirigencia de sensibilidad peronista en un sentido amplio -es decir, con el Papa y Larreta adentro- les está diciendo a los hombres de negocios que estaría muy bien poner el tema laboral sobre la mesa, con la condición de que no se trate de una “flexibilización salvaje” y con la garantía de avanzar hacia ese norte -que incluye otros dramas sociales- con la construcción de la mayoría necesaria para llegar ahí en un clima gobernable.

Estas líneas tiradas en IDEA se atan con expresiones recientes de Gustavo Beliz, el supra ministro de Alberto Fernández ligado al Opus Dei y a cargo de avanzar en una lógica de pacto social multipartidario y pluricorporativo en busca de revertir la inercia cortoplacista que prima en la política nacional desde hace décadas. Dijo Beliz, que es una voz influyente de la Casa Rosada: “Tenemos que salir de nuestra periferia dirigencial como dirigentes políticos, empresariales, sindicales, de la sociedad civil o de los movimientos populares. Son indignos de la Argentina los actuales índices de pobreza e indigencia. Necesitamos consolidar una paz política en el país y avanzar hacia un gran pacto poliédrico”. Lo dijo en un simposio de la Universidad Austral, que no es precisamente un atalaya del populismo.

Sí pueden ser considerados de ese modo los mencionados movimientos sociales. Sin embargo, las últimas manifestaciones públicas de referentes como Juan Grabois, el “Chino” Navarro y Daniel Menendez indican, en una lectura fina, que en las organizaciones de desocupados motiva mucho la discusión sobre el reemplazo de los planes sociales por puestos de trabajo genuinos. Y hasta se ofrecen como interlocutores para vencer las resistencias de los “gordos” de la CGT. Recordemos una verdad peronista venida a menos: la alianza entre el capital y el trabajo.

En teoría, las cartas de una discusión a fondo sobre los problemas de veras se van echando. Algunos temen que los extremos corporizados en Cristina y Macri o la izquierda y Milei boicoteen el salto al Siglo XXI. Puede ser. De todos modos, la experiencia indica que el gran escollo para una gran mesa de diálogo estratégico sería que el 15 de noviembre funcione como tiro de largada para la campaña presidencial que viene. No hay nada más cortoplacista que la ambición personal.

por Edi Zunino

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