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El pediatra de los barriletes y un récord para hablar de por qué todos somos “normales”

La historia empezó hace 35 años. El pediatra Rubén Sosa convocó a sus pequeños pacientes y sus familias a una barrileteada en una placita de Sarandí, cerca de su consultorio. La idea era usar el barrilete para concientizar sobre no consumir alcohol ni drogas. Fueron 26 familias. Para el próximo fin de semana, Sosa está organizando otra de sus barrileteadas. Pero no será una, sino multiplicada en más de 200 ciudades. Un récord.

Sosa es infectólogo del hospital Pedro Elizalde (ex Casa Cuna) y en estos 35 años se hizo famoso por sus causas solidarias. De esas 26 familias a la convocatoria del domingo 31 de octubre, que será la más importante que ha tenido hasta ahora, pasaron muchas cosas. Pero algo nunca cambió: el lema que siempre guía estos encuentros. Nada se compra, nada se vende, y no hay apoyo de ningún grupo político o religioso.

El médico solo suspendió sus barrileteadas por la pandemia. A lo largo de estas tres décadas, el coronavirus fue una de las cosas más importantes que sucedió. Otra, la revolución de Internet, que transformó estas movidas solidarias.

Barriletes en el cielo. Con sus encuentros, Sosa busca generar conciencia sobre temas que atraviesan a toda la sociedad.

“Antes invitaba a los pacientes uno a uno. Ahora, un flyer se publica por las redes y se multiplica”, afirma Sosa. Así, sus barrileteadas se volvieron virales. Las distintas asociaciones sin fines de lucro, entidades médicas y grupos con los que el médico ha cultivado relación en todos estos años de trabajo son difusores su mensaje. Porque cada encuentro tiene un mensaje.

El próximo, es el de neurodiversidad. Y ya confirmaron la organización de barrileteadas en más de 200 ciudades del país y del exterior. “Me llegan cuatro o cinco flyers por día, fotos de chicos y grandes que ya están haciendo los barriletes”, se entusiasma.

“Hay un cambio de paradigma. Neurodiversidad quiere decir que no hay un cerebro igual a otro y por lo tanto es absurda la discriminación. Lo neurotípico es lo que definimos un grupo de personas que nos autotitulamos normales y que establecemos que de acá para allá esto es normal y lo otro no”, define.

Una de las barrileteadas que convocó el médico, a comienzos de los 90.

El autismo, el síndrome de Asperger, los trastornos generalizados del aprendizaje, hay múltiples condiciones que forman parte de ese abanico donde está la neurotipicidad. Y también hay un vínculo con los debates sobre la salud mental, que en los últimos meses se impulsaron por casos como el de Chano Moreno Charpentier.

“El cambio de paradigma lo ves a través de la historia –insiste el médico–. Esos pacientes que tenían alteraciones psiquiátricas o psicológicas antes estaban en la piecita del fondo. Ahora ya no se internan en lugares aislados, hay cambios en los hospitales. Hablar de salud mental y de neurodiversidad es hablar de incluir en el verdadero sentido de la palabra”.

Este récord de grupos y organizaciones participantes lo atribuye justamente a que hay una necesidad de expresarse. “Estas personas necesitan ser escuchadas porque no lo son. Se siguen repitiendo las mismas historias: diagnósticos tardíos, ninguneo de las obras sociales, dificultad para el acceso a las terapias, falta de capacitación de los equipos de salud para escuchar más a los maestros que pueden detectar llamados de atención”, describe.

El pediatra Rubén Sosa junto a sus pacientes en una de las barrileteadas.

En Capital, la convocatoria es el domingo 31 a las 15 en la plaza frente al hospital Garrahan. Para participar en los encuentros del Interior del país, se puede obtener informes en el 11-5728-6063 o por Instagram en @drrubenomarsosa.

Sosa sigue impulsando ese primer mensaje de no a las drogas y no al alcohol, y les da un diploma a los nenes que se comprometen a cumplirlo. “Tantos años después, me encuentro con hombres que me dicen ‘¿Sabés Rubén que cuando me ofrecieron drogas dije que no porque me acordé de vos?’. Muchas cosas gratificantes me llegan”, cuenta el infectólogo.

En todos estos años, ha hecho barrileteadas por infinidad de causas: para concientizar sobre la donación de órganos, prevenir la transmisión del VHI, pedir acceso a la medicación para chicos con cáncer, incluir a personas con trastornos del espectro autista, visibilizar el trastorno por déficit de atención…

Sosa junto al equipo de la sala 2 del hospital Pedro Elizalde (ex Casa Cuna), cuando inauguraron las paredes pintadas.

Además, plantó 4.000 árboles para reclamar por la contaminación, cruzó la Cordillera de los Andes con chicos y chicas con discapacidad motriz, organizó una “cruz del Sur” de libros creando cuatro bibliotecas (una en cada punto cardinal) e impulsó la transformación de la sala 2 de la ex Casa Cuna, con las paredes, techos y pisos completamente pintadas de colores “para distraer un poco el sufrimiento de la enfermedad para los chicos, los padres y los médicos que trabajan”.

Con 64 años, Sosa recibió decenas de reconocimientos por su labor solidaria. Y mientras organiza la barrileteada de este año, ya está pensando la del 2021: será también el último domingo de octubre, pero sólo con barriletes blancos, para concientizar sobre la importancia de hablar (y de escuchar) sobre el abuso infantil.

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