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Cuando Cristina Kirchner perdió las elecciones y a los dos meses devaluó

“¿174 páginas? Tiene que ser importante, vamos a escucharlo”. Esa fue la reacción de Cristina Kirchner cuando Axel Kicillof le presentó su programa macroeconómico en power point.

“Cristina nos debía odiar cuando íbamos a Olivos, eran larguísimas esas presentaciones”, recuerda algo en broma uno de los economistas que por entonces ocupaba la Secretaría de Política Económica.

Kicillof no había asumido todavía como ministro. Hernán Lorenzino ocupaba ese cargo. Pero el hoy gobernador bonaerense era el economista de cabecera de la presidenta y, de algún modo, aquella historia terminó pareciéndose a la de Raúl Alfonsín con Juan Sourrouille y Bernardo Grinspun (salvando las distancias): un grupo de jóvenes entusiastas habían ocupado un piso en Economía, identificados con el proyecto político de la jefa de Estado, dispuestos a tomar el fierro caliente y criticando al ministro. Cuando Lorenzino consiguió su deseo de ‘querer irse’, Kicillof desembarcó en el quinto piso. “Teníamos 174 filminas”, recuerda otro integrante.

Entonces pasó lo que suele suceder en la Argentina: un archivo se convirtió en ‘el’ plan cuando las papas quemaban, el miedo se adueñó de los políticos y un cachetazo los despertó de la modorra. Esto fue cuando el kirchnerismo perdió las elecciones legislativas (2013).

CRistina Kirchner como presidenta y Axel Kicillof como ministro de Economía, en una Cumbre del Mercosur en Parana, en 2014. Foto: AP parana entre rios axel kicillof cristina fernandez 47 cumbre del mercosur presidenta de argentina ministro economia

Lo que vino es conocido. Cristina Kirchner designó a Kicillof como ministro. Juan Carlos Fábrega fue por Mercedes Marcó del Pont en el Banco Central.

Menos conocido es que Kicillof apretó F5 de su excel, las variables se ‘refrescaron’ y la pantalla mostró un número en rojo: la brecha cambiaria había subido a 37% y para principios de enero estaría en cerca de 45%.

“El objetivo número uno es cerrar la brecha”, se escuchó.

La presidenta, el ministro de Economía y el presidente del Banco Central estuvieron de acuerdo. Había llegado el momento de hacer una corrección en el tipo de cambio. Y habían perdido las elecciones legislativas y el equipo económico era nuevo. No había otra que hacer un trabajo sucio. Definido el paso, ahora el tema era cuánto tenía que subir el dólar.

“Si la brecha era 40%, ¿había que cerrarla devaluando 40%?”, reflexiona hoy uno de esos protagonistas. “La respuesta era no. No tenía sentido que todo el esfuerzo de cerrar esa diferencia lo hiciera un solo instrumento, devaluar: había que recurrir a otro”.

Se le explicó a la presidenta que para achicar la brecha entre el dólar oficial y el paralelo había que dar dos pasos. El primero, depreciar el tipo de cambio oficial. Segundo, regularizar el pago de la deuda a los acreedores privados que estaban litigando en el juzgado de Thomas Griesa en Nueva York previo pago al Club de París y al Ciadi.

Se arrancó por el primero.

“Subamos el dólar entre $8 y $8,50”, dijo uno en una reunión en diciembre. El dólar valía $6,3. Otro dibujó un garabato que quedó en un papel. “Suba del tipo de cambio 18%-22%”.

El dólar subió 23% en enero. Pero hubo un día, el 23, que saltó 15% (más de $1).

No todos los integrantes del equipo de Kicillof sabían que el tipo de cambio pegaría semejante estirón en un sólo día. Cristina Kirchner y Fábrega sí lo habían conversado horas antes.

“¿Cuál pensás que tiene que ser el número, la corrección del dólar?”, le preguntó directo la presidenta a Fábrega en enero.

El dólar cotizando por arriba de los $ 8,50 en 2014.

El dólar cerró en $8,1 en las casas de cambio aquel 23 de enero. Llegó a tocar $8,50. Y en el mercado SIOPEL del mercado electrónico, un software en el que operan brokers, agentes de Bolsa y traders, llegó a valer hasta $10 ese día.

Kicillof y Álvarez Agis salieron ese mediodía del quinto piso de Economía caminando hasta el Banco Central. “El dólar es $8 y no $10”, dijeron en el edificio de la autoridad monetaria. Fábrega puso US$100 millones en pantalla y el precio de la divisa retrocedió. “Parte del acuerdo, además, era que subiera la tasa de interés”. Fábrega obedeció. Aumentó 600 puntos básicos de la tasa de interés, de 19% a 25%, en 24 horas.

Las reuniones entre Cristina, Kicillof y Fábrega antes de la devaluación fueron largas. Además, entre Economía y el BCRA se veían tres veces por semana. Como siempre ocurre, un equipo mira unos datos y el otro prioriza otras cifras.

“No tuvimos críticas dentro del Gobierno cuando devaluamos”, recuerdan integrantes de aquel Banco Central y Ministerio de Economía. “Teníamos apoyo político de Cristina”.

¿Y el segundo instrumento para cerrar la otra parte de la brecha? Esa misma semana de la devaluación, Kicillof presentó al Club de París una propuesta para regularizar la situación. Ese power point será motivo de otro ‘Economía de No Ficción’. Spoiler: no tenía 174 páginas.

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