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La estrategia de Alberto Fernández y Cristina Kirchner: inflar a Mauricio Macri

Cuando Mauricio Macri llegó a Dolores lo hizo con sensaciones encontradas. Por un lado estaba tenso, como cualquier hijo de vecino cuando la Justicia lo obliga a recorrer, por segunda semana al hilo, más de 200 kilómetros para declarar. Por el otro le estaba pasando todo lo contrario. Los días previos había visitado Entre Ríos, Santiago del Estero y Santa Fe, un raid que rectificó algo que hasta hace no tanto sólo existía en los corazones de los cambiemistas más afiebrados: la idea de que su carrera política todavía no está terminada. La presencia de dirigentes y militantes que aguardaban su llegada en la ciudad bonaerense sólo confirmaba esta presunción.

Por eso el ex presidente, que desde las marchas del #SíSePuede levanta su ánimo en el contacto con su votante, tenía cierta confianza ante su nueva cita judicial. Aunque ni él ni su círculo jamás lo admitiría con un grabador prendido, el fundador del PRO siente que el trabajo del juez Martín Bava fue casi un regalo del cielo, que le devolvió la centralidad política que había perdido entre endeudamientos masivos y malas decisiones políticas cuando le tocó gestionar. De hecho, quizás haya sido esa renovada seguridad la que lo hizo pasarse de revoluciones y le terminó jugando una mala pasada: el día anterior a ver al magistrado había tirado un polémico chiste sobre las drogas nada menos que en Rosario, un pifie que volvió a repetir apenas puso un pie en Dolores. Es que ni bien el auto lo dejó enfrente de esa municipalidad, cerca del mediodía del miércoles 3, Macri manoteó un micrófono de C5N y lo tiró al piso.

El ex mandatario, como varios que lo acompañaron a la declaración, tardó en entender el error político que se había cometido. Hasta que el video se viralizó en las redes, y hasta que las entidades periodísticas sacaron comunicados repudiando lo sucedido, en el macrismo minimizaban el hecho y algunos apenas disimulaban una sonrisa, como quien festeja un chiste infantil. “Viste cómo es Mauricio, quizo hacerse el gracioso, pero no es para tanto”, se escuchó cerca suyo en aquellas horas. Después, en el viaje de vuelta de Dolores hasta su quinta en Acassuso y con el tema rebotando por todo el país, se armó la idea de dar una entrevista con la nueva versión: un “acto reflejo” porque el micrófono se le había acercado demasiado a la cara. “Más allá de las conclusiones que se pueden hacer, de lo que no hay dudas es que no vio que eran los de C5N. Son con los que más nos cuidamos de no embarrarla”, dicen en su círculo íntimo.

De cualquier manera, todo el episodio encierra una realidad más importante, sobre todo para el resto de los popes de Cambiemos que tienen la vista puesta en el 2023. Es que no es casual que Macri esté en su mejor momento personal desde que dejó el poder: el Gobierno, que de por sí no da pie con bola, lo eligió como el rival discursivo de estas elecciones y, como dan fe las encuestas, terminaron levantándolo. Es el inesperado efecto del “ah, pero Macri”.

Fabricar al enemigo. Argentina es un país en el que pasan cosas difíciles de explicar. Que Macri haya recuperado imagen a menos de dos años de haber terminado un gobierno que derrumbó la economía es casi tan insólito como lo que está ocurriendo hoy en el bando de enfrente. Es que los cerebros de la estrategia K una y otra vez desaconsejaron no sólo la polarización como herramienta sino que, en particular, tampoco le dieron el visto bueno a la idea de cargar una y otra vez contra el fundador del PRO. “No sé que decirte, en nuestro búnker jamás se habló de Macri. El eje es la idea de que escuchamos al votante y que a los errores los solucionamos con gestión”, admiten desde el Complejo Cultural C, en Chacarita, donde trabajan de sol a sol cincuenta personas en la campaña K.

De hecho, en el power point de 70 páginas que Antoní Gutiérrez Rubí primero le expuso a Alberto Fernández y luego a CFK no aparecía una sóla foto o mención a Macri. Eso fue dos domingos después de las PASO, en la que el asesor catalán presentó su estrategia de campaña. Ahora, a días de las elecciones generales, el nacido en Barcelona debe andar con un sabor agridulce: si bien muchas de sus ideas las tomaron los líderes del espacio y se evidenciaron en la cartelería en los spots, tanto al Presidente como a su vice se les suele soltar la cadena con la grieta. Fernández, incluso, se la pasó criticando al referente opositor -con nombre y apellido- en la última gira por Europa. Ventilar asuntos domésticos en foros internacionales de máxima relevancia es parte de esas cosas difíciles de explicar de Argentina, tan embrolladas para entender como una reciente entrevista del gobernador Axel Kicillof, que duró 40 minutos y en la que mencionó al fundador del PRO… ¡44 veces! Más de una vez por minuto: es para el Guinness. “Eso es verdad, pero por suerte cada vez menos están con el ‘ah, pero Macri’”, se esperanzan cerca de Gutiérrez Rubí. Quieren ver el vaso medio lleno.

¿Por qué, entonces, CFK, Alberto, Kicillof y Máximo Kirchner, entre otros, insisten en cargar las tintas contra el ex presidente a pesar de que los estrategas lo desaconsejan y de que la realidad demuestra que está recuperando centralidad política? Una explicación es la que no suele verse del otro lado de la pantalla: los líderes del Frente de Todos, como los que están del bando de enfrente, son al fin y al cabo seres humanos. Y como tal tienen enojos, frustraciones, dudas, y a veces hacen cosas -como insistir ante cada micrófono que la culpa de todos los males del país es de Macri- que no son las mejores para sus propios intereses. Esa es una opción. La otra es que es una idea pensada, aún cuando el actual cerebro de la campaña no coincida. “Es adrede. La idea es confrontar gestión con gestión para polarizar, no es inocente”, dice Mariel Fornoni, directora de la consultora Management & Fit. Si así fuera, parecería no ser una gran apuesta: según esta encuestadora, en las elecciones generales al Gobierno le va a ir peor, orillando los 28 puntos a nivel nacional. Sería una catástrofre para el oficialismo.

Hay, sin embargo, una última interpretación del “ah, pero Macri”. Es esa que hace crecer los peores miedos de Horacio Rodríguez Larreta o de Emilio Monzó, entre otros: que el Gobierno esté eligiendo a Macri como rival con la esperanza de que este se convierta en un obstáculo para la elección del candidato de Juntos en el 2023. Hacerlo crecer lo justo y suficiente como para que tenga chances de competir -o de ganar- una interna, pero no las necesarias para triunfar en una general. Dicen que el que ríe último ríe mejor.

Presidente. Aunque hace no tanto sonaba a fantasía, hoy es un temor que tienen varios de los popes de la oposición. Uno de los fundadores del espacio, que tuvo un rol central durante aquel gobierno, no tiene dudas: “Mauricio se va a presentar en el 2023. El que piense que no es porque no lo conoce bien. ¿Por qué se piensan que hace giras por las provincias o que saca un libro que se llama ‘Primer Tiempo’? No hay dudas”, asegura. Ante la consulta, cerca de Larreta lo descartan de plano. “Es verdad que viene subiendo en las encuestas, pero su imagen negativa sigue altísima y no va a bajar. Además, jamás se presentaría a unas PASO sabiendo que Horacio va a jugar. ¿Qué va a hacer? ¿Dividir el voto del espacio que él mismo creó para que ganen la interna los radicales? Mauricio tiene sus errores pero no se va a mandar una cagada así”, dicen.

De cualquier manera, a los que tenían este miedo los sucesos de los últimos días no hicieron más que confirmarlo. Macri hizo una gira federal en los días previos a declarar en Dolores, y va a seguir así hasta que termine la campaña (al cierre de esta edición estaba visitando Chubut, y, luego de tomarse el viernes y el sábado para descansar, va a tener un último raid por la provincia de Buenos Aires). De toda su recorrida llamó la atención la aparición que tuvo con Rogelio Frigerio en Entre Ríos, lugar en donde el ex ministro del Interior arrasó en las PASO. Con él, otrora pieza visible del ala política que lo resistía cuando eran gobierno, Macri viene acercando posiciones. Varias veces en lo que va del año lo había recibido en sus oficinas en Vicente López, recomponiendo una relación -ahora ya sin Monzó, en otro momento una presencia incómoda entre los dos, de por medio- que había terminado mal. Lo que importa acá es el fondo de la cuestión: el ex presidente, luego de un proceso que arrancó ya a principios de año, mutó y por primera vez desde que llegó a la Ciudad se hace cargo personalmente de sus relaciones políticas, algo que antes hacían Monzó o Marcos Peña. Ahora él llama, atiende, recibe, viaja, escucha, aconseja, y no sólo a dirigentes de primera línea como Frigerio.

Es todo parte del intento del ex presidente por recuperar centralidad política, algo que se va a volver a ver cuando en los próximos meses saque su nuevo libro. Es uno que, como fue el caso del anterior, viene trabajando con Pablo Avelluto, su ex secretario de Cultura. A diferencia de “Primer Tiempo”, que se centraba en sus años como mandatario, este va a volver sobre su infancia y en especial sobre la relación con su padre. De hecho -todavía está en construcción-, la idea es incluso investigar la vida de Franco y del padre de este, que tuvo cierta carrera política en la Italia de la postguerra. Todavía está por verse, pero seguro que va a ser leído como una nueva señal de presencia.

No es la única. El miércoles 3 en Dolores volvieron a aparecer los carteles que mandó a llevar el intendente local, el “lilito” Camilo Etchevarren. “Camilo Gobernador, Macri Presidente,” decían, y acompañaron a toda la comitiva en la caminata desde la intendencia hasta el juzgado. Macri lo vio y se divirtió con el pasacalle. “Che, Cristian mirá, te salió un competidor”, le dijo a Ritondo, el jefe del bloque PRO en Diputados que fue hasta allá en representación de Vidal, quien tiene aspiraciones para el 2023. Hay también ahí otro mensaje: tanto la ex gobernadora como Larreta no se presentaron en ninguna de las dos declaraciones de Macri ante la Justicia, pero procuraron hacer una foto en señal de apoyo antes de la primera citación, lo defendieron en los medios luego y mandaron embajadores al lugar. Por parte de Larreta fue el diputado Álvaro González. Es sintomático con lo que revelaron las últimas encuestas que realizó el equipo de Jaime Durán Barba, y que el ecuatoriano le hizo llegar al ex mandatario: los votantes de Cambiemos sienten que Macri fue uno de los grandes responsables de la victoria en las PASO. Por lo tanto, es hoy, más que nunca, una figura a la que tratar con cuidado. “Está bien si se siente responsable, jugó bien este año, corriéndose del cierre de listas. Pero es sólo eso, está buscando subirse el precio lo más que pueda para después cobrarlo en el 2023”, dicen en la sede del Gobierno porteño.

Barro. En el mientras tanto, Macri tiene que enfrentar la acusación por supuesto espionaje a los familiares de las víctimas del ARA San Juan. Si bien todo su entorno está confiado en que la causa no va a prosperar demasiado, sí piensan que el juez Bava lo va a procesar en breve, y si pudiera, antes de las elecciones. Es que el ex presidente en esto no duda: jura que atrás de la movida está Cristina Kirchner. Es interesante la diferencia que hace Macri ahí. No cree que el que mueva los hilos sea Sergio Massa, Alberto Fernández o algún otro pope del Gobierno, sino que piensa que es la vicepresidenta en persona. “Es que ella tiene algo personal con él, un odio que no se explica”, dicen cerca suyo.

Sin embargo, la causa por el ARA San Juan no es la única que tiene. Entre otras, la que más preocupación le genera es la del Correo Argentino, donde entiende que además van a intentar ir por sus hijos. Pero todo esto no es sólo un tema para su abogado, Pablo Lanusse, o que queda exclusivamente ligado al mundo judicial. Las investigaciones de la Justicia, justificadas o no, pueden terminar de inclinar la balanza de acá a dos años. En Argentina no hay mejor remedio contra el fallo de un juez que una carrera política vigorosa y en crecimiento. El “ah, pero Macri” puede tener efectos que nadie vio venir.

Ah, pero Macri”. La frase venía viralizándose en las redes pero el que le dio un salto de fama fue Martín Tetaz, que para el ex presidente es “la revelación” de esta campaña. A principios de septiembre, en un debate con Carlos Heller en TN, el economista sacó la remera con la remera con la frase “Ah, pero Macri”. Desde ahí el slogan estalló.

De hecho, el propio fundador del PRO terminó posando con una remera con un slogan similar. Fue en una transmisión de Twitch que hizo a fines de octubre para el canal oficial del PRO. Rosendo Grobocopatel, que fue secretario privado de Marcos Peña desde el 2019 hasta el último día de esa gestión, le regaló una con la inscripción “ah, pero yo”. Macri se rio pero luego contó que al principio esa idea lo molestaba. “Era duro que te calumnien permanentemente en base a mentiras”, contó en la nota.

Grobocopatel, el conductor de la entrevista e hijo del empresario sojero, pasó de ser mano derecha de Peña al responsable de la comunicación del PRO a nivel nacional. De hecho, en varias provincias participó activamente de la campaña, y para el canal del partido ya entrevistó a Bullrich, Larreta y Vidal.

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