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Elecciones 2021: segunda dosis a los 63 días y la inmunidad sin rebaño

Pasaron 63 días desde las PASO y los resultados de las generales legislativas consolidaron con algún matiz el resultado del 12 de septiembre. La mayoría de los argentinos le ha aplicado a la administración de turno una “segunda dosis” electoral homóloga. Se abre ahora un gran desafío para el Gobierno: cómo evitar la “tercera dosis”, definitiva y letal, en las presidenciales de 2023.

El cóctel amargo para el oficialismo, despachado este domingo, anida en el humor social desde mediados de 2020, cuando comenzó a prepararse la mezcla: los primeros errores en la gestión de la pandemia de Covid, que darían lugar a las consecuencias sociales y económicas que esa política dejó más en evidencia este último bimestre.

El embrión del descontento, la cuarentena eterna del año pasado, ha crecido hasta transformarse en estricto tutor de esta votación. Es improbable que, ya adulta, la entidad gestada entonces haya recordado ahora aquel trauma fetal. Pero las condiciones de su gestación pesadillezca han marcado a fuego este presente de alternativas amarretas y sueños de exilio.

En 2021 la cosa empeoró. La vacuna aún era un bien escaso en la Argentina y en febrero quedó al desnudo el Vacunatorio vip, por el que funcionarios y empresarios se ahorraban la fila para ser inmunizados tanto en el Hospital Posadas como en el Ministerio de Salud. Fue un mazazo prematuro a la credibilidad de Gobierno, que debió resignar a Ginés González García.

Los ecos de la cuarentena de 2020 rebotaron al año siguiente, sobre todo en lo educativo, cuando el Gobierno nacional se empecinó en sostener las clases virtuales con argumentos poco convincentes, mientras la Ciudad de Buenos Aires avanzaba con la presencialidad para llegar, al final del camino, a un balance epidemiológico similar.

Clases presenciales en la Ciudad, una de las variables en la balanza. Foto: Luciano Thieberger

Luego, pocos días antes de las PASO, trascendió la foto que revelaba otro hecho inexplicable: en plena cuarentena de 2020, la primera dama había festejado su cumpleaños en la Quinta de Olivos con familiares y amigos. Un encuentro que ocurrió en momentos en que casi nadie podía salir de su casa y mucho menos realizar reuniones.

En este último tiempo, cuando el carril sanitario de la pandemia parece haber comenzado a mostrar un rostro más amable para los argentinos, volvieron a aflorar problemas históricos y recurrentes, como la inseguridad y la inflación, pero ahora recargados como consecuencia de cierta irracionalidad en el manejo pandémico.

El Gobierno ha logrado llegar a estas elecciones legislativas con 63 millones de vacunas aplicadas, un 60 por ciento de la población inmunizada con dos dosis y el comienzo de la aplicación de terceras para los más vulnerables. Si en ese balance estrictamente sanitario y actual puede advertirse un logro del oficialismo, al mismo tiempo hay que verlo como una victoria pírrica.

Entre las PASO y este domingo se han aplicado 19 millones de dosis contra el Covid, a un promedio de 301.587 vacunas por día. El 77 por ciento de los argentinos que recibieron la primera dosis también fue inoculado con la segunda. Adolescentes y chicos reciben sus inyecciones. Se avanza: lento a veces, o con polémica por el apuro en otras.

Se aplicó 19 millones de dosis entre las PASO y el último domingo.

Lo paradoja de esas cifras, irradiada en las urnas, se alimenta tanto de errores no forzados (fraude vip, foto de Olivos) como no forzados del Gobierno, producto de su gestión de la pandemia: decisiones que profundizaron la crisis económica y social, sumada a las más de 116 mil muertes por Covid que ubican al país en el puesto 13° del mundo en decesos por millón de habitantes.

Todo lo cual arroja como saldo de las elecciones legislativas una fábula muy argentina, en torno a un concepto a esta altura bien conocido: la “inmunidad de rebaño”. Esto es, el momento en que la población logra un nivel de anticuerpos tal que la transmisión de una enfermedad determinada deja de ser una amenaza.

En la Argentina, ese concepto sanitario ha sido diseccionado como trágica metáfora de lo político y adaptado por la grieta a esta realidad inevitable: un Gobierno que ha confiado ciegamente en la inmunidad de sus actos, fuera cual fuere la dimensión de la acción desafortunada, y una amplia mayoría de votantes que, sin deseos de emigrar, se resiste a ser rebaño.

Claro que hay otras formas de irse: el bajo nivel de participación (72,89 por ciento) en los comicios, el alto nivel del voto en blanco (2,95 por ciento, casi el doble que en 2019) y el vuelco creciente hacia opciones populistas de derecha que le prometen “a Alicia” un país de maravillosa libertad. Eso también sucede cuando los sostenes y garantes históricos de la democracia se van turnando en ignorar la brújula. Es decir, dejan de escuchar.

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