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El clima que se percibe entre los empresarios de cara a lo que viene

El martes pasado, los pasillos de la entrega de los tradicionales Premios Fortuna en la Bolsa de Comercio fueron la escenificación de esa necesidad colectiva por intentar entender y cuantificar lo que viene. 

Como siempre, se hicieron presentes muchos de los empresarios más importantes del país, además de dirigentes del oficialismo y la oposición, economistas y periodistas. En las charlas informales pre y post premiación, la idea predominante era que 2022 será un año de crecimiento (2,5% a 3%, la mayoría; entre 4% y 5%, los menos), que para una Argentina que viene del estancamiento de una década, es bajo o moderado. Y otro crecimiento, algo menor, para 2023. 

A la hora de apostar por un resultado final del PBI para la gestión de Alberto Fernández, y con lo poco riguroso de esta estadística responsabilidad de quien escribe, se podría decir que el consenso general marcaba una suba de entre 4% y 6% en estos cuatro años.

Sin embargo, lo que no parecería tan malo en medio de una pandemia (durante los cuatro años de Macri el PBI bajó 4%), no termina de ser una buena noticia.

Hace una década que el país está estancado. En ese lapso, el PBI per cápita argentino pasó del primer lugar en América Latina al séptimo. Hubo gobiernos de distinta orientación y modelos económicos más o menos intervencionistas, pero ninguno logró construir una alianza social ampliamente mayoritaria que destrabara el empate hegemónico y transmitiera la confianza de políticas acordadas y de largo plazo.

Este estado de escepticismo no se puede medir en un Excel, pero sin duda repercute en el PBI. La desconfianza hacia un país en el que todo puede cambiar cada cuatro años, o antes, es un fuerte inhibidor de cualquier inversión. Tanto para el gran empresario como para el pequeño. 

Entre tantos pronósticos, me animo a hacer uno: no habrá un modelo exitoso, cualquiera sea su orientación, si no es acordado y sostenido por la representación política de una amplia mayoría. No significa que eso sea suficiente ni que sea sencillo. 

Solo significa que, sin ese primer paso, no habrá confianza. Y sin confianza es imposible el desarrollo.

por Gustavo González

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