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El encierro de Alcurrucén sentencia una función plúmbea

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Ficha del festejo

Ganado: se lidiaron seis toros de Alcurrucén, bien presentados y de decepcionante juego global aunque el lote conformado por el entipado segundo y el muy manso quinto encerró muchas posibilidades. Primero, tercero y cuarto se aplomaron por completo en la muleta. El sexto fue complicado y deslucido.

Morante de la Puebla, de brandy y oro, medio espadazo trasero (silencio) y tres pinchazos, media caída y descabello (silencio).

Sebastián Castella, de butano y plata, media estocada baja y trasera (ovación tras petición) y media estocada y descabello (ovación).

Tomás Rufo, de celeste y oro, pinchazo y media estocada (silencio) y estocada (silencio).

La plaza: lleno de no hay billetes. Saludó el subalterno José Chacón, de la cuadrilla de Castella, tras parear al segundo.

 La ganadería de Alcurrucén, que llevaba ocho temporadas sin pisar la plaza de la Maestranza, ha sido el principal baldón de una espesa tarde de llenazo en los tendidos que sirvió para despedir a Morante en una Feria en la que se ha ido de vacío. Castella, con el lote de mayores posibilidades, no terminó de redondear. Tomás Rufo hizo un esfuerzo con dos reses a contrapelo.

La decimotercera corrida del abono sevillano, que tenía el principal aliciente de contemplar a Morante en la última oportunidad de enmendar su particular Feria, no se ha escapado de los derroteros del aburrimiento. El diestro de La Puebla, lujosamente vestido de torero, culminaba así un ciclo aciago en la que pasó de sembrar dudas sobre su comparecencia a pasar sin pena de gloria por las cuatro funciones en las que ha sido contratado.

El matador cigarrero había roto plaza con un ejemplar que ya mostró escasos bríos en los primeros lances. Pero lo que no tiene demasiada justificación es que fuera machacado en el caballo sin contemplaciones llegando parado y aplomado por completo a la muleta de su matador que pasó más tiempo delante del que es habitual en él, sin ningún convencimiento, antes de despacharlo de cualquier manera.

La decoración se iba a repetir en parte con el cuarto, otro toro tardo y aplomado, que era el octavo y último que lidiaba en esta Feria que no le ha sido nada propicia. Morante se esforzó esta vez en arrancarle lo poco que tenía dentro brillando en varios fogonazos aislados de excelsa calidad que no hicieron faena. El animal era otro marmolillo…

Muchas más posibilidades iba a encerrar el lote sorteado por el diestro francés Sebastián Castella que se encontró con un segundo de preciosas hechuras al que templó con buenos lances a su salida. El caso es que no terminó de entenderse por completo en una faena que, después de salvar las asperezas iniciales del animal, sólo sintonizó intermitentemente, especialmente en una redonda y reunida tanda diestra.

Se echó de menos otra estrategia para acoplarse, acompasar y ligar los muletazos con las buenas embestidas que el animal le ofrecía por ambos pitones. No faltó la música, el célebre pasodoble Juncal, en labor que acabó perdiendo el hilo y remato de una fea estocada. La petición de oreja, insuficiente, no fue atendida.

Tampoco iba a terminar de redondear por completo con el quinto, un toro manso de solemnidad que huyó hasta de su sombra en los primeros tercios pero acabó embistiendo en la muleta del francés que se acopló en los primeros compases de una faena que tuvo que salvar algunas paraditas inquietantes. El trasteo, como el propio toro, acabaría yendo a menos.

Cerraba el cartel de este Viernes de Farolillos el joven matador toledano Tomás Rufo que, pese a sus esfuerzos, no tuvo delante toros con las más mínimas posibilidades de lucimiento. El tercero fue un ejemplar vacío de todo con el que mantuvo una encomiable actitud sin ningún rédito. Con el sexto, brusco y con clase, hiló una seria labor sabiendo que no iba a encontrar el más mínimo reconocimiento.

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