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Néstor Frenkel estrena “Después de Un buen día”, el culto a la peor película del cine argentino, o algo así

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Escrito por Enrique Torres y dirigida por Nicolás Del Boca, padre de Andrea, el film se estrenó en 2010. Fue un fracaso y obtuvo pésimas críticas, pero también un fandom que la adora. El documentalista rescata ese fenómeno en un estreno que se acompaña con una retrospectiva de su trabajo diverso, y dice que el término “película mala” no aplica.

Mariana Mactas

07 de junio 2024, 13:24hs

Aníbal Silveyra y Lucila Solá, en una imagen de

Aníbal Silveyra y Lucila Solá, en una imagen de «Un buen día» (2010) (Foto: Prensa «Un buen día»)

Plan 9 del espacio sideral, The Room, Un Buen Día. Tres ejemplos de películas que hicieron historia porque de tan malas, buenas. Una premisa bastante injusta, probablemente, pero que quedó como resumen de un fenómeno que arranca como consumo irónico, pega la vuelta y se convierte en culto.

En 2010, Nicolás del Boca, padre de Andrea, filmó el proyecto de Enrique “Quique” Torres sobre una pareja de argentinos (Lucila Solá y Aníbal Silveyra) que se conoce por casualidad en Long Beach. Duró una semana en cines, obtuvo pésimas críticas y se hizo famosa por su trailer, el más bullyneado de la historia del cine argentino reciente.

Ahora, el documentalista Néstor Frenkel estrena Después de Un buen día, un registro de esa historia, contada por sus protagonistas, pero también del fandom. La historia de un numeroso grupo de gente entusiasta y creativa que responde al nombre de Grupo de Apreciación de Un buen día y han hecho de ella un culto lúdico, amoroso y respetuoso. “Un documental sobre placeres culposos, consumo irónico y amor al arte”, como dice su tagline.

Aníbal Silveyra y Lucila Solá, en una imagen de

Aníbal Silveyra y Lucila Solá, en una imagen de «Un buen día» (2010) (Foto: Prensa «Un buen día»)

“Son como militantes —dice Frenkel a TN—, excesivamente cuidadosos de que nadie vaya a decir una palabra que se parezca a ‘mala’. Hicieron como un trabajo en el tiempo, un trabajo interno, incluso expulsaron gente: los que venían con el “es tan mala que es buena” no tenían cabida para ellos. Todos, en algún momento, me decían que querían dejar claro que lo suyo no es consumo irónico. Quizá, en esa devoción, se consumen irónicamente a sí mismos”.

La película de Frenkel puede verse por partida doble. Los viernes de junio en Malba Cine (un ciclo que incluye la proyección de Un buen día en 35 mm) y en el CC San Martín, donde sucederá además una retrospectiva oportuna de sus trabajos documentales anteriores (los ha hecho sobre René Lavand, Federico Manuel Peralta Ramos, el grupo Reynols o el pueblo Federación).

Estreno. Los actores junto al director, Andrea del Boca y, a la derecha, Enrique Torres (Foto: Prensa

Estreno. Los actores junto al director, Andrea del Boca y, a la derecha, Enrique Torres (Foto: Prensa «Un buen día»)

Después de Un buen día está dividida en dos mitades. La primera sigue a Quique Torres hasta su bella casa californiana, donde lleva una vida feliz junto a Anabella Del Boca. Su hermana, Andrea, también participó en el documental, así como también en la película que le da origen. La segunda parte tiene que ver con el grupo de apreciadores, los fans, y su particular encuentro con Torres.

Lucila Solá (Polak) prefirió no participar, pero Aníbal Silveyra, que también vive en Estados Unidos, acepta el desafío con abiertas ambivalencias. Con respeto y curiosidad, Frenkel descubre grandes personajes que aceptan revisitar con él un episodio traumático, el fracaso estrepitoso de aquel proyecto. Sobre todo Torres, guionista, productor, periodista que editó revistas eróticas en el destape español, fue el creador de los grandes éxitos de telenovela de Andrea del Boca, como Antonella, Perla Negra, un peso pesado en la industria del culebrón global.

Néstor Frenkel estreno

Néstor Frenkel estreno «Después de Un buen día» (Foto: Martín Gamaler – Cortesía DAC)Por: MG

“El término mala película no aplica —suma Frenkel—. Aunque Un buen día sí está en ese grupo de películas cuyos fallos terminan convirtiéndose en virtudes y generando un culto. Pero las películas malas son las que se olvidan. Las que no te mueven, no te dan ganas de compartirlas, no te las acordás ni atraviesan el tiempo, se quedan ahí. Malas, mediocres, buenas y hasta películas más que buenas que tienen una semana de vida. Se estrenan y a la semana siguiente no tienen sala, nunca la vendieron a una plataforma y nunca más se habla de ellas. Hay miles. ¿Son peores?, ¿son mejores? No sé”.

Y explica: ”El arte trabaja de una manera distinta, y ese también es un tema interesante: un jugador puede tener mala suerte un día, o dos, pero a la larga, el que juega mejor va a terminar haciendo más goles que el que juega peor. Es más fácil de mensurar. Acá, desde una mirada de la crítica se puede hacer un listado y anotar todo lo que estaría mal en la película, es una mirada posible, pero no la única”.

“Los espejos artísticos trabajan en otras dimensiones, y algunas no las terminamos de entender. Por algún motivo mágico, algunas películas atraviesan a las personas, al tiempo, dan ganas de hablar de ellas, tienen una sobrevida y funcionan en ese plano extraño de la realidad. A Un buen día le pasó todo muy rápido. Se bullyneó, se olvidó, se homenajeó, ahora hasta hay un fan film. En quince años ya hizo todo un recorrido largo”, señala sobre el film de culto.

Lucila Solá y Aníbal Silveyra son los protagonistas de

Lucila Solá y Aníbal Silveyra son los protagonistas de «Un buen día» (Foto: Prensa)

-¿Cómo decidís hacer esta película?, ¿habías visto la película, o la conocías?

-La verdad es que no. No la vi en su momento ni me llamó la atención. Sí supe un poco del bullying en redes, más que nada con el trailer, pero le di un minuto de atención y pasó. Después me fui enterando de este fandom, el mundo de los fans, pensé que era divertido ir un día y después nunca fui. El acercamiento llegó años después. Vi que el grupo crecía y crecía, tenía contacto con algunos, que son más jóvenes, pero les gustan mis películas, y un día se me acercó Magrio, que terminó siendo co-protagonista. Quería hacer un documental sobre otro tema y le propuse hacer algo sobre eso. Él no la veía, pero yo sentí que había una historia interesante, que estos chicos son un grupo simpático, creativo, todos medio artistas, freelancers, jugadores del consumo del arte. Me faltaba la otra parte. “Si Enrique (Torres) está de acuerdo la hacemos”, dije. Y él se copó. La película la vi mucho después. Avancé sin verla. Me interesaba lo que les había pasado más que el objeto en sí. A la vez, conociendo el fandom y habiendo leído las críticas, ya sabía por dónde venía y por donde “fallaba”. Coquetée con la idea de no verla nunca, lo cual era una idea muy estúpida y caprichosa, de esas que en los festivales hacen que los directores sean considerados unos genios.

-Es materia delicada proponerle a gente que hable de algo que les salió mal…

-Sí. Pero Enrique es una fuerza increíble y un talento violento, que había puesto todo ahí. Hay una fuerza, una entrega, una confianza, que nunca deja de ser autoconsciente, con ganas y deseo de comunicar, tiene mucha verdad. Por eso no es mala. Yo insulto una pantalla cuando veo desidia, solemnidad, presuntuosidad. Esto es otra cosa, hay una entrega generosa, amor, verdad.

Anabella del Boca y Quique Torres, amor y sociedad creativa (Foto: Prensa

Anabella del Boca y Quique Torres, amor y sociedad creativa (Foto: Prensa «Un buen día»)

Luego sí se puede analizar todo lo que está corrido de eje y termina construyendo algo anómalo. Se trata de una experiencia colectiva muy traumática. La historia de un gran fracaso. Pasaron por una experiencia de la que salieron heridos. Así que, ante todo, respeto, porque es algo difícil, estás tocando sensibilidades.

-La tendencia es pensar que se trata de consumo irónico, pero hay algo entrañable, en tiempos de éxitos efímeros, en esa comunión con un gran fracaso.

-Ya no sé si Quique no los consume irónicamente a todos ellos, cuando los llama los enfermitos y va y los abraza y les firma la remera. Enrique es cualquier cosa menos inocente. Hace cuarenta años estaba editando porno en el destape español, ya le dio un par de vueltas al humor: no lo van a consumir irónicamente si él no lo acepta y lo desea. Hay un juego interesante ahí, a mí me gusta que el que mira la película se haga unas preguntas: quién se está riendo de quién, o si se están riendo. Acá se tercerizó ese tema que siempre recae sobre mí: mis películas siempre generan comentarios pacatos del ipo se está burlando, está ironizando.

Esa mirada ñoña y moralista por demás. “Se está riendo de un pobre tipo del interior”, me dijeron una vez, por Amateur. Pero esa era la mirada del que hacía la crítica, que veía un pobre tipo. Yo, como no lo veo como un pobre tipo, me puedo reír tranquilo porque no estoy en un pedestal como director de cine, sino que le envidio la felicidad y me fascino con su energía. Hace veinte años dijeron que me reía de una persona con síndrome de Down (Buscando a Reynols). Que cada uno entienda lo que pueda. Eso le suma al trabajo en general.

Silveyra, Solá y Del Boca, en el rodaje de

Silveyra, Solá y Del Boca, en el rodaje de «Un buen día» (Foto: Prensa «Un buen día»)

-En los últimos años hubo como un boom del documental express, sobre todo el true crime y las biopics de algoritmo, en plataformas. ¿Creés que hay un agotamiento, una saturación del género?

-Completamente. Con el true crime y la biografía del famoso ya es como que basta. Es una obviedad. Matan a alguien y ya viene el drone de Netflix detrás. Ya no pasa nada, hay un agotamiento total. Creo que estalló mucho en la pandemia, la sensación de inminencia, de que todo podría desaparecer, provocó como un estallido de la autoficción de la primera persona, de dejar un documento. De que lo que pasa hay que empaquetarlo porque todo puede cambiar para siempre. Luego, el mercado vio que había una veta en el consumo que tenía que ver con el morbo (los asesinatos) para que la gente mire en su casa. Hay una guerra por el relato: quién cuenta la historia, quién la cuenta primero, quién consigue el contrato con la plataforma. Todo muy acelerado: está la noticia y a la vez ya está el documental, se consumen a la vez. Un mundo que me atrae muy poco.

-¿Y qué lugar ocupan los documentalistas más autorales, como vos?

-Una gota en el océano. Además, mi sistema de producción está en pausa, soy una larva que le roba la comida a los niños del Chaco. Voy matando niños y así puedo hacer películas. Como ahora gracias a Dios tenemos un gobierno que defiende a esos pobres niños, no voy a poder cometer mis tropelías y tendré que dedicarme a agarrar la pala y trabajar en serio.

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