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El viejo truco del Fondo Monetario: ¿y si le ofrece plata a Milei, pero no se la deja usar?

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¿La plata del FMI que podría llegar a mandar con un próximo acuerdo sería como la Copa del Mundo: se mira y no se toca?

Si es así no son pocos los que en las filas oficialistas prefieren decir “paso”. Lo mismo, entre un grupo de analistas de mercado.

El ministro de Economía, Luis Caputo, explicó en las redes el viernes último, que las negociaciones por el nuevo programa con el FMI no comenzaron todavía. Pero una semana antes, en Italia, Javier Milei y Kristalina Georgieva dibujaron acaso los contornos sobre el que los técnicos trabajarán de a cuatro y seis meses que tienen por delante. En ese marco el presidente del Banco Mundial, Ajay Banga, le adelantó al mandatario argentino que de la mano de un eventual programa nuevo con el Fondo, llegaría plata del banco. Una secuencia que no es nueva para la Argentina: Juan Perón buscó la plata del Banco Mundial en la posguerra y no la consiguió porque nunca firmó un programa con el FMI.

Milei sabe que la Argentina arrastra un pecado original para esta negociación con el FMI: cada vez que el país pidió plata prestada a lo largo de su historia, ya sea el adelanto de un nuevo programa o un blindaje, la relación entre las partes terminó mal porque el país no cumplió las metas, se excedió en los límites y los dólares terminaron en cualquier lado menos en las reservas del Banco Central.

En el Gobierno lo admiten: efectivamente el curriculum argentino no ayuda y que muchos representantes de países sentados en el Board y analistas de mercado, pondrán el ojo en esto, además de las dudas sobre la sostenibilidad del programa bajo los actuales parámetros. Los economistas Miguel Kiguel y Andrés Borenstein señalan en su último informe que “en el plan local aparecen nubarrones”, luego de la aprobación de la Ley Bases en el Senado, “el spread cambiario está por encima del 40%, un valor preocupante”. “Es un problema que el Central no compre dólares”. En junio casi no lo hizo.

El FMI buscará establecer garantías de que si desembolsa US$ 10.000 millones (una cifra que circula), ni Luis Caputo ni Santiago Bausili dispondrían de su uso para administrar el precio del dólar sin restricciones. Preferirá que el tipo de cambio suba, antes de que las divisas se vendan a un precio debajo del de mercado.

Pakistán y Egipto se comprometieron este año con el FMI a algo así en sendos acuerdos, a que el tipo de cambio sea flexible.

¿Por qué no Argentina?

Egipto unificó el precio del dólar en marzo y recibió un nuevo desembolso. Fue luego de que fracasara un programa algo similar al de la Argentina en 2018, solamente que Egipto fijó el tipo de cambio a los tres meses de empezar a flotar. Argentina logró eso recién en 2019.

Desesperado por la falta de dólares y los coletazos del conflicto en Gaza, el país árabe reincidió en la ayuda del Fondo a cambio de unificar el mercado de cambios.

¿Es lo que viene en Argentina?

Uno de los economistas preferidos del presidente Milei, Ricardo Arriazu, dijo en una charla con inversores hace poco, que para tener un programa con el FMI y que le preste dinero sin poder utilizarlo para intervenir, “no tiene sentido”.

“El Fondo nunca entendió cómo funciona una economía bimonetaria, con dos unidades de cuenta: el peso y el dolar”, dice Arriazu. “Quieren obligar a un sistema de flotación y sin cepo y argumentan sobre el atraso cambiario. Sólo que en la Argentina no se puede dejar flotar el tipo de cambio mientras sea unidad de cuenta y sin reservas ni confianza”.

Milei y Economía coinciden.

¿Por qué quiere la Argentina un programa con el FMI si el país pagará el mes que viene el último vencimiento y el próximo recién en 2026? ¿No es mejor enfrentar un año electoral con el Fondo afuera?

“Hay que salir del cepo”, dice una fuente oficial. Y un acuerdo con Washington sería un especie de paraguas para dar ese salto sin caer al vacío, piensan en el Gobierno.

El acuerdo actual entre la Argentina y el FMI termina a fin de año. Será con la décima revisión (empezó con Alberto Fernández en el verano de 2022). La semana pasada aprobó la octava etapa. Restan dos para culminar. Pero en el Gobierno aspiran a a firmar el nuevo programa antes de cerrar la novena revisión. Sería para septiembre aproximadamente.

¿Por qué Argentina podría lograr en estos meses condiciones más favorables para un programa, algo que en 2018 no consiguió?

En el equipo económico subrayan que esta vez se alteró el orden de los factores. Primero se hizo el ajuste y luego se negoció con el FMI. Dieron una prueba de compromiso (acciones prioritarias, como gusta decir en Washington) y el punto de entrada del organismo esta vez no es financiar una fuga de capitales como ocurría en junio de 2018. La clave, insisten, es que la plata que llegue sea con motivos precautorios pero definiendo una regla explícita para que el dólar no sea un barrilete.

El economista Pablo Guidotti, ex viceministro de Economía, no cree que sea necesario intervenir en el dólar si se mantienen el equilibrio fiscal, la no emisión monetaria y las dudas del refinanciamiento. “El peso se apreciará si se levanta el cepo y su unifica el dólar”, asegura.

El comunicado del FMI también aclara que levantar el cepo no puede significar afectar el programa antiinflacionario. Quizá el organismo deberá resolver su viejo truco: pedir devaluación y luego prestar.

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